Cuando le preguntaron a Tadao Ando, arquitecto japonés ganador del Premio Pritzker de 1995, cuál sería el elemento más consistente en su obra, respondió sin pestañear: la luz. A través de su arquitectura, Tadao Ando se apropia de la luz y la sombra de forma casi coreográfica. En ciertos momentos, la sombra proyectada en un muro de hormigón parece más una impresionante obra de arte. En otros proyectos, son los reflejos en la superficie del agua los que transforman por completo nuestra comprensión del espacio. Su enfoque arquitectónico arraigado en la arquitectura tradicional japonesa y potenciado por un vasto vocabulario arquitectónico moderno, provocó profundos cambios en nuestra disciplina durante la segunda mitad del siglo XX, situándolo como una de las figuras más importantes del regionalismo crítico. Cada uno de sus proyectos presenta soluciones individuales que están profundamente conectadas con sus contextos específicos – como la Iglesia de la Luz, la Casa Koshino o el Templo del Agua – acercando la arquitectura tradicional japonesa a la universalidad de la arquitectura moderna. Supo reproducir la luz difusa del interior de las casas japonesas, filtrada a través de paredes de papel, mediante el uso creativo de los materiales y la configuración sencilla de los espacios.
Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, a los japoneses se les prohibió viajar al exterior por turismo, sin embargo, la prohibición se levantó en 1964. Al año siguiente, con apenas veinticuatro años, Tadao Ando decidió aventurarse en el Transiberiano hacia Europa. Su visita a Roma fue una experiencia que, según él, transformaría para siempre su destino como arquitecto. El joven Tadao Ando estaba fascinado por el Panteón romano, una estructura tan maciza y pesada por fuera y, sin embargo, tan ligera y sublime por dentro. Para cualquiera que haya crecido en un país como Japón, donde la arquitectura es ligera y transparente, y para cualquiera que haya leído los himnos de alabanza a la luz y la sombra tan maravillosamente descritos en el famoso libro de Jun'ichirō Tanizaki, la experiencia dentro del Panteón debe haber sido algo muy difícil de explicar. Ese punto de luz, un edificio completamente iluminado por una sola fuente de luz. Una atmósfera tan parecida a la que crean las paredes de papel translúcido que permiten que la luz penetre en todo un edificio. Luz, sombras y contrastes.
Evidentemente Tadao Ando no estaba pensando en incorporar a su arquitectura esta otra materialidad, sino el dramatismo que aporta la luz. La relación entre la luz y el espacio se convirtieron en elementos fundamentales en la construcción de su propia arquitectura, algo que más tarde le valdría el galardón de arquitectura más importante, el Premio Pritzker en 1995. En uno de sus proyectos más llamativos, la Iglesia de la Luz –construida en Osaka en 1989–, Tadao Ando parece rendir un sencillo homenaje al Panteón Romano. Aunque formalmente son edificios muy diferentes, su comprensión del espacio en relación con la luz y la sombra sitúa este proyecto en un lugar entre la arquitectura histórica romana y la arquitectura tradicional japonesa. Es una mezcla entre la espacialidad de las casas de madera de Japón y la materialidad de la luz del Panteón. En un principio, la idea era mantener la abertura en forma de cruz sin ningún tipo de cierre – exactamente como el óculo del Panteón – pero las condiciones climáticas le obligaron a incorporar al proyecto un marco de vidrio, que disimula magistralmente haciéndolo desaparecer en el oscuridad del espacio interior.
La referencia al Panteón resurge en el proyecto Buddha Hill en el cementerio Makomanai Takino en Sapporo (2017). Primero, los visitantes se sumergen en un túnel de hormigón profundo y largo para emerger en medio de un espacio circular abierto. Este óculo monumental actúa como un halo que corona la magnífica escultura de Buda, bañando el espacio de una luz sublime. El resplandor del cielo azul parece desvanecerse a través de los fríos muros de hormigón que conforman la sutil arquitectura de Ando. Gracias a su profundo conocimiento de la luz, el arquitecto japonés ganador del Premio Pritzker fue capaz de trascender la formalidad de la arquitectura moderna occidental, transformando para siempre la arquitectura japonesa.
En la arquitectura de Tadao Ando, la luz es el elemento central. A través de huecos ocultos, huecos entre muros y losas de hormigón visto, la luz irradia con tal fuerza que parece nacer dentro del propio edificio. Así nos sentimos dentro de una casa tradicional japonesa con sus paredes de papel. Ando logra la misma calidad de luz difusa pero en un edificio extremadamente sólido y macizo. Sobre una pared iluminada vemos una sombra proyectada, contrastes que intensifican la profundidad de los espacios. En el proyecto de Casa Koshino, construido en 1984 en la ciudad de Ashiya, Tadao Ando utiliza esta estrategia en dos momentos diferentes, en los planos verticales del fondo y a lo largo de los muros curvos. Haces de luz atraviesan los espacios de la casa, marcando el movimiento del sol a lo largo del día. Del mismo modo, el Vitra Pavilion encarna una atmósfera muy similar, donde el movimiento de las sombras materializa el paso del tiempo.
En el proyecto Iglesia en el agua, la cruz que se eleva entre el plano de la ventana y el bosque del fondo hace que los límites se oculten, se expandan y se contraigan al mismo tiempo. Acompañando el movimiento del sol, la sombra de la cruz camina lentamente sobre la superficie del agua hasta tocar levemente el suelo de la Iglesia – algo que sucede de manera muy similar en el proyecto de la Casa 4x4 en Kobe (2003). Por otro lado, en los proyectos desarrollados en Estados Unidos, el enfoque de Ando es completamente diferente. Siguiendo la fuerte influencia de Mies van der Rohe en el panorama arquitectónico estadounidense, tanto en sus proyectos para la Casa en Chicago, el Penthouse en Manhattan y más recientemente en el edificio residencial 152 Elizabeth en la ciudad de Nueva York, Tadao Ando se apropia del lenguaje miesiano e incorpora enormes planos de vidrio modulados por perfiles verticales de acero. Sorprendentemente, vemos las mismas líneas de sombra moviéndose por el interior de los espacios a medida que se mueve el sol.
El uso de espejos de agua se convirtió en un elemento fundamental en la arquitectura de Ando, superficies reflectantes y dinámicas. En el Templo Komyoji de Saijo (2000), en el Museo de Arte Moderno de Fort Worth (2002) o en el proyecto de la Fundación Langen en Neuss, Alemania (2004), el agua es un elemento llamativo que potencia las cualidades de la luz. Por la noche, cuando los muros de hormigón visto se iluminan desde detrás de las fachadas de cristal, estos enormes edificios parecen flotar en la superficie del agua.
Ubicado en la isla de Awaji, Japón, el Templo del Agua materializa el paso del tiempo a través del suave y coreográfico movimiento de las sombras. La experiencia del visitante comienza en un espacio vacío al aire libre entre una pared recta y una superficie curva de hormigón visto. El suelo de grava blanca refleja la brillante luz del sol creando un fuerte contraste entre el espacio abierto brillantemente iluminado y el espacio cerrado oscuro y sombrío. El camino termina junto al lago en forma de hoja de loto, donde la superficie dinámica del agua refleja el azul del cielo. Una grieta en la superficie del lago guía a los visitantes a un espacio subterráneo oscuro. Los muros de hormigón absorben gradualmente la luz del cielo hacia la profunda oscuridad al pie de las escaleras. Los parasoles de madera roja transforman este espacio interior en un atardecer habitable, un contraste brutal con el intenso resplandor del exterior.
Al llegar al altar mayor se manifiesta otra alteración: la dirección de la luz ya no viene de arriba sino de frente, atrayendo a los creyentes hacia la luz y el santuario. Esta secuencia de espacios condensa una peregrinación dentro de un templo – un pasaje purificador de blancura, descenso a la oscuridad seguido de un despertar con un rojo brillante, como la sangre, que significa vida.
Henry Plummer, profesor de arquitectura en el Centro de Estudios Avanzados de la Universidad de Illinois en Estados Unidos, considera esta experiencia espiritual que brinda la arquitectura de Tadao Ando como una analogía con el nacimiento: "cuando volvemos a subir a la superficie iluminados por el azul de el cielo, después de cuando atravesamos la oscuridad y nos sumergimos en un mar viscoso pintado de rojo sangre, pasando por un canal oscuro como en el interior del útero, es como despertar de nuevo a la vida después de una experiencia profunda en nuestro más íntimo y interior secreto".
Este artículo fue publicado originalmente en su versión completa en Lighting Magazine bajo el título "The Nature of Concrete".
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